En la actualidad es, entre otros, Vicepresidente y Académico numerario de la Real Academia de Ingeniería. También ha sido, en su extensa trayectoria profesional, Decano del Colegio Oficial de Ingenieros Navales y Oceánicos de España, Vicepresidente de la Asociación de Ingenieros Navales y Oceánicos de España.
Durante los actos de celebración de la Virgen del Carmen, se le entregó el diploma de Asociado de Honor y Joaquín Coello, pronunció las siguientes palabras a los asistentes:
«Flexibilidad, síntesis y decisión
Llegado a la actual altura de mi vida, en la que he pasado sucesivamente de la técnica a la gestión y de la gestión al análisis y la recomendación, me llega un reconocimiento que tiene por causa la veteranía más que el mérito.
Podría decirse que es debido a la edad, son cosas que se producen en un momento vital donde el reconocimiento, al menos en mi caso, se deriva de la resistencia, es decir, de haber «llegado», de haber aguantado el paso del tiempo, de hacer realidad aquello mil veces repetido “el que resiste gana”.
No será merecido, pero dejadme decirlo, es igual, os lo agradezco igual porque no hay cuestión más importante que el afecto de los amigos y los afectos no tienen causa. Los afectos, de ahí su valor, no tienen justificación, son espontáneos y libres porque no son interesados, sino generosos. Vuestro reconocimiento es generoso.
Quiero ahora aprovechar la ocasión para hacer tres comentarios sobre mi experiencia profesional, absolutamente menores por obvios, pero que quizá puedan tener utilidad para alguien, en algún sitio, alguna vez.
Primer comentario. Aunque Hegel escribe que lo que existe para serlo debe ser racional, porque si no es ficción, creo que en la vida profesional la racionalidad es condición necesaria pero no suficiente. Y no es suficiente porque en la gestión, que no en la técnica, lo que se hace es interaccionar con personas, es decir, mover y presentar expectativas, esperanzas e ilusiones, y esto es más empatía y afectos, es decir subjetividad, que conceptos, realidades y razones, es decir, objetividad.
Pero manejar hombres es difícil para los ingenieros, para los que hemos ejercido de ingenieros. Nosotros nos movemos en el entorno de leyes físicas que tienen dos características básicas: la racionalidad y la inmutabilidad.
La racionalidad es a veces no directa y no intuitiva como ocurre con la teoría cuántica, donde el fenómeno se determina desde el resultado y no desde el origen y causa, pero en cualquier caso su complejidad es siempre, en definitiva, racional, es decir, que se mueve en un marco trazado y definido a partir de la deducción e interpretación de la realidad física regida por leyes predeterminadas, aunque justo es reconocer que el hecho de que la observación modifique el resultado resulta turbador desde la óptica newtoniana.
Estas leyes físicas son siempre inmutables y fijas, no influenciadas por las personas. En ingeniería, al otro lado de nuestra actuación no hay otro hombre como ocurre en la economía, o en las ciencias sociales, sino una realidad física estable y permanente.
Estas dos características, racionalidad e inmutabilidad, nos llevan siempre a los ingenieros a ser en exceso rígidos. Debemos entenderlo y corregirlo, la vida no es la técnica y la flexibilidad es siempre esencial.
Segundo comentario. La realidad es compleja y extensa, inalcanzable. Para conocerla y actuar sobre ella, necesitamos simplificarla sin eliminar de la misma ninguno de sus atributos esenciales. Es necesaria la síntesis, ser capaz de seleccionar entre lo esencial y lo accesorio sin perder ningún atributo principal, es decir, que le haga perder su naturaleza.
Esta es una necesidad directamente derivada de la técnica, que es en esencia el conocimiento práctico en contraposición al conocimiento científico, que abarca la complejidad absoluta y sin restricciones de la realidad tal como se percibe, “más allá incluso de la percepción”. La técnica es conocimiento aplicado y finalista, la ciencia conocimiento por sí mismo y para sí mismo.
El tercer comentario se refiere a la capacidad de elección con rapidez y acierto, decidir sin tener todos los datos, decidir a tiempo, decidir sin trasladar la responsabilidad de la decisión a niveles inferiores. Hay que tener a veces el coraje de equivocarse: en el mundo de la empresa, es siempre mejor equivocarse que no decidir.
Por tanto, ya veis que mi experiencia como técnico, gestor, consultor y analista, confluye en la flexibilidad derivada de la acción, la simplificación de la realidad para entenderla y poder actuar y la necesidad de saber decidir sin la totalidad de datos. No sé si esta experiencia puede ser útil pero, aunque no lo fuera, prefiero hablar desde ella incluso siendo banal que desde la invención, aunque esta resultara brillante y original.
Los viejos debemos explicar experiencias, sean estas despreciadas o apreciadas por los jóvenes. Es nuestra única posible aportación que pueda resultar de valor para los demás, el resto es humo.»